Antes que nada, comentar que el presente artículo ha surgido de forma natural, a raíz de la preparación de una de las sesiones de La Cubitera que tiene lugar en Adhara y que ha dado lugar a una amplia reflexión que iremos desmenuzando a lo largo de más artículos porque el estigma que existe a día de hoy con el VIH marca profundamente a una persona y es necesario pararse con detenimiento.

Indudablemente, y es algo que muchas personas de una forma u otra, lo muestran, con el diagnóstico de VIH hay un cambio vital, un punto de inflexión. En el discurso de la persona que convive con la infección suelen aparecer expresiones como “antes” y “después”, señalando este punto como algo significativo en su vida. Es en este punto cuando la perspectiva que se tiene de sí mismo, el entorno, las relaciones personales y familiares experimentan un profundo cambio, y como señalamos en un artículo anterior, comienza un proceso de construcción de una nueva forma de ver(se) y de entender(se).
Desde la Psicología, se nos abre una importante vía en la que se pretende ayudar a la persona a transitar por este camino, porque no todo acaba con el diagnóstico y su posterior tratamiento. Indudablemente, la información, el saber en qué consiste tener VIH y el papel que juega un correcto seguimiento de las revisiones médicas periódicas y de la toma de la medicación, proporciona una seguridad, algo sólido en lo que apoyarse desde un primer momento. Tal y como señala Juan Enrique Fernández Romar, “las actividades más importantes y necesarias a desarrollar por los psicólogos frente a esta problemática son: la prevención; el potenciamiento (mediante diversas estrategias informativas, de consejería y de educación) del desarrollo de diagnósticos precoces; y el fortalecimiento de las adherencias a los tratamientos médicos específicos, en especial los que incluyen medicación antirretroviral ("Abordaje psicológico de personas que viven con VIH", 2009).
Además, es importante ofrecer alternativas a aquellos aspectos sociales y emocionales que van apareciendo desde el primer momento y que se mantienen o van resurgiendo a lo largo del tiempo, porque no caigamos en el error de que todo acaba cuando la carga viral es indetectable. El VIH acompaña a la persona durante el resto de su vida y aparece el gran reto de integrarla en ella.
Partiendo de la obviedad de que la vida es cambio y movimiento, van surgiendo situaciones que van generando estrés, miedo o culpa (y solo por señalar unos pocos sentimientos) y aquí es determinante que el apoyo emocional esté presente para que sea posible el recorrido sin grandes tropiezos en el camino que va marcando la vida. Y es que en repetidas ocasiones el estigmatizante “trinomio sida-sexo-pecado del que se ha investido a la enfermedad en una cultura donde reina el prejuicio como móvil de la conducta, donde se privilegian la mojigatería, la apariencia y la hipocresía destructiva, sobre la razón, la información y la empatía hacia el doliente”, recrudece la realidad de estas personas (Victoria Ramírez González, 2009), pudiendo llegar a determinar dolorosamente el rumbo de toda una vida.
Una intervención psicológica a tiempo puede parar este tándem, algo que analizaremos más adelante. Es primordial acoger sin prejuicios la historia de cada uno, de cada una, para así abrir un espacio donde se puedan tomar decisiones, expresar sentimientos, abrir nuevos senderos para recorrer y que la persona se vaya haciendo cargo de sí misma y de su vida, del mismo modo que se van resolviendo nuevas situaciones que surgen, porque claro, todo surge de nuevo cuando se quiere iniciar una relación sentimental, cuando se quiere comunicar a algún familiar querido la situación, cuando se quiere mostrar ante alguien. Se torna fundamental el que la persona desarrolle las herramientas necesarias para abordar todo esto. Estamos hablando de que además de las prescripciones médicas, la persona comience a desarrollar una actitud de cuidado hacia sí misma, una actitud amorosa, paternal y maternal al mismo tiempo, que permita conseguir un apoyo interno suficiente como para no derrumbarse ante el consabido trinomio y construir para sí lo que es la verdad de uno mismo, de una misma.
No estamos hablando de limitarnos a poner por medio un condón, que también, o de tomar una pastilla diaria. Estamos hablando de la importancia de poder romper con el propio estigma inyectado por la sociedad para que, como una onda expansiva y siendo el centro uno mismo, vaya llegando a las personas de alrededor y paso a paso, todos esos prejuicios que hay hacia las personas que viven con VIH, vayan derrumbándose. Y esto, solo es posible desde un profundo trabajo personal y especializado. Esta “sabia” sociedad, nos muestra que pedir ayuda es algo negativo, ya que se ensalza la autosuficiencia y la autonomía, y no. No nos engañemos, somos seres gregarios, vivimos en grupos y necesitamos pertenecer a ellos, y dentro de todo eso, el pedir ayuda tiene una función como cualquier otra y no deja de ser un recurso al alcance de nuestra mano para poder seguir adelante libres de cargas innecesarias. (Artículo publicado en Adhara)
Autor:
José Manuel Guerrero Peral
Psicólogo Sanitario COL AN-03297
Psicólogo Voluntario de Adhara
Ilustración:
Alejandra Martínez Gómez
Educadora Social
Coordinadora de Adhara
|
La vida es movimiento. Es indudable. Su movimiento es hacia delante y esto implica que hay un constante cambio. ¿Y cómo afrontamos los cambios? ¿Nos adaptamos a ellos u oponemos resistencias? En muchas ocasiones, nos vemos aferrados a situaciones, personas, objetos materiales... que han dejado de tener una función en nuestra vida y que ya no aporta(n) lo que aportaba(n) al principio, y sin embargo, ahí siguen, porque de algún modo, lo mantenemos.
Aquí se nos abren dos posibilidades: fluir con la vida, con lo que nos trae, o bien estar atrapados con lo que ya se ha quedado obsoleto.
Cuando hablamos de fluir, nos referimos a no forzar lo que ha de ser o lo que no ha de ser y de no mantener lo que no se mantiene, y para conseguir esto, tenemos que estar dispuestos a traspasar el proceso de cambio, de duelo, que ocurre cada vez que algo en nuestra vida deja de estar. Es cierto que con los cambios, hay una pérdida emocional importante, y tenemos que estar dispuestos a afrontar el dolor que supone dejar atrás lo viejo, para seguir con nuestro camino.
En muchas ocasiones, la dificultad está en esto mismo: nos supone un problema el tener que atravesar el dolor. ¿Y en qué nos estamos apoyando cuando sentimos esto? Si nos apoyamos en lo externo, en lo que tenemos, en lo que nos rodea (amigos, pareja, objetos materiales, etc) y suponemos que gracias a estos elementos, somos capaces de hacer que nos convierten en personas exitosas, buenas, ejemplares (sí, el ser humano tiende a querer ser perfecto en todos los sentidos), ahí es cuando no nos permitimos el soltar nada de lo que tenemos, porque es la base en la que nos apoyamos, y si no hay base, simplemente no somos nada.
Si, por el contrario, desarrollamos el autoapoyo, y confiamos en lo que se es, comenzamos a sustentarnos en las capacidades que tenemos para llevar a cabo acciones que permiten conseguir objetivos y tener lo que cada uno quiere para sí. De forma que, si no se consigue, porque simplemente no está lo que no ha de estar, lo que se es sigue intacto y no hay impedimentos para seguir avanzando y dando pasos hacia lo que cada uno necesita.
Tenemos aquí la disyuntiva de elegir entre apoyarse en el “Tener” o bien apoyarse en el “Ser”.

El ir buscando este autoapoyo nos permite paso a paso ir dejando espacio libre para acoger a lo nuevo, lo que está por venir. Del mismo modo que cuando dejamos ir algo aparece un vacío, aparece una oportunidad. Una oportunidad de poder ocupar ese espacio en algo que nos llene y nos aporte algo que a día de hoy no tenemos. Es la oportunidad de dar un paso hacia una Plenitud, de la satisfacción de sentir que hay nuevo que aporta algo importante en nuestra vida.
Todo es cuestión de renovarse, de ofrecernos la posibilidad de cambiar lo que ya no necesitamos. Solamente respondiendo a la pregunta (que no es nada fácil a veces responder) "¿qué necesito ahora, en este momento de la vida?" podremos empezar a dar pequeños pasos para conseguirlo.
La historia del barco de Teseo comienza cuando éste, en busca de su padre, decide emprender un largo viaje hasta Atenas. Durante ese viaje, tuvo numerosos enfrentamientos de los cuales salió victorioso, y quizás el más famoso fue el que tuvo con el minotauro. Su padre, se suicidó pensando que su hijo había muerto en tal enfrentamiento al ver aparecer en el horizonte el barco con las velas negras, señal de que Teseo había muerto, cuando fue un descuido de los viajeros.

Los atenienses, conservaron la nave de treinta remos hasta muchos años después, y fueron quitando la madera gastada y poniendo y entretejiendo madera nueva; de forma que llegó un momento en el que no había ninguna pieza original, aunque el barco mantenía su aspecto. Esto dio materia a los filósofos para el argumento que llaman aumentativo, y que sirve para los dos extremos, tomando por ejemplo esta nave, y probando unos que era la misma, y otros que no lo era.
Igualmente, en Psicología se ha utilizado esto para hablar de la Identidad.¿Somos la misma persona a pesar de haber cambiado algunas partes de nosotros mismos/mismas? La respuesta depende de como se mire. Esto se puede interpretar positivamente, ya que la persona, en su esencia, sigue siendo la misma, sigue teniendo el mismo aspecto en lo más básico, y solamente hay algunos cambios que la pueden hacer parecer diferente.

Cuando somos pequeños, la identidad la vamos formando pieza a pieza gracias a lo que llamamos el autoconcepto, la idea que una persona tiene de sí misma. En nuestros primeros años, la vamos construyendo en función de lo que vamos escuchando alrededor nuestra de nuestros progenitores, y comenzando por aspectos físicos básicos: yo soy moreno, soy alto, tengo ojos marrones… para luego dar paso a aspectos relacionados con la personalidad (soy simpático, soy lista, soy atrevida, soy temeroso, soy generoso…) Esto lo vamos integrando y lo vamos asimilando como nuestro.
Aquí ocurre algo, ya que del mismo modo que se aceptan algunas características como nuestras (independiente si son aspectos que nos gusten o no), mientras que hay otras con las que no se aceptan. Por ejemplo, si pienso de mí que soy generoso, cualquier gesto o conducta o manera de pensar que me haga ir hacia el polo opuesto, digamos que es ser egoísta, lo voy a rechazar, ya que no lo identifico con mi forma de ser.
El problema que esto trae consigo es que estamos destinados a hacer las cosas del mismo modo, restringiendo nuestra manera de desenvolvernos en la vida y sintiéndonos incompletos, y por ende, no sentir plenitud.
La salud la podemos encontrar en ir desarrollando esos otros diferentes aspectos que nos permitan hacernos sentir bien con nosotros mismos e ir desarrollando ese amor incondicional hacia uno mismo y potenciarnos al máximo dentro de lo que somos, permitiéndonos vivir nuestra vida tal y como la percibimos y la sentimos, sin ponernos obstáculos, siendo responsables de lo nuestro y conscientes de lo que hacemos.
¿Te interesa este tema? Tenemos preparado un taller para trabajar la Identidad en nuestra sección de Agenda
Se ha demostrado la importancia del sueño en los humanos, ya que tiene diversas funciones, entre las que destacan el descanso, larestauración del sistema nervioso y la regulación de la ansiedad, tensión y/o estrés.
Sin embargo, en un alto porcentaje, hay personas que presentan diversos trastornos del sueño que afectan a la vida diaria: se sienten cansadas, su rendimiento disminuye en las tareas diarias y presentan alteraciones en el estado de ánimo.
Es por tanto, generar una serie de hábitos que ayuden a garantizar un buen descanso y un aumento del bienestar general de la persona. Puede parecer una obviedad, pero es cierto que, casi sin darse cuenta, en una persona pueden aparecer algunas conductas que pueden afectar en este sentido, originando pesadillas, insomnio, interrupción del sueño, etc.
Estos hábitos conforman lo que en Psicología se denomina Higiene del Sueño, y a continuación se detallarán algunas pautas que se pueden poner en práctica o bien, simplemente, comprobar si son hábitos que ya se tienen o se podrían adquirir.
-
Cuida tu entorno: Una de las primeras cosas que hay que tener en cuenta que el lugar de descanso es eso, lugar de descanso, y por tanto debemos procurar que las condiciones ambientales de nuestra habitación reúna los requisitos necesarios para favorecer un sueño reparador: vigila los excesos de ruido y/o luz, una temperatura agradable, un colchón y almohada cómodas y confortables pueden incidir en la calidad del sueño.
-
Presta atención a tu Nivel de Activación: Dormir y descansar no es solamente tumbarse en la cama y esperar a que venga el sueño, hay que saber buscarlo. Para ello, nuestra actividad tiene que ir descendiendo a medida que se acerca la hora de irnos a dormir, dejando aquellas actividades intensas o que requieran esfuerzo porque solamente conseguiremos activarnos más y favorecerá que nos cueste conciliar el sueño. Evita jugar a la consola a última hora del día, ver la televisión sobre todo si se trata de un programa o película que te activa, y mucho menos, hacer estas cosas ya acostado, ya que en muchos hogares tienen la fatídica idea de poner un televisor en el dormitorio o usar el móvil o una tablet ya en la cama. La idea es ir a la cama relajado/relajada. Aprender algunas técnicas de relajación pueden ayudar a conseguir este objetivo.
-
Soy lo que como: La dieta alimenticia es un factor decisivo no solamente para mantener un peso idóneo o por estética, sino porque también determina la calidad del descanso. De vital importancia es dejar un tiempo antes de acostarnos para hacer la digestión. Una cena copiosa o justamente antes de dormir provoca un sueño irregular y poco reparador, del mismo modo que irse a la cama con hambre. Una cena ligera te garantizará este objetivo. Al levantarte, haz un desayuno nutritivo y copioso que, unido al descanso satisfactorio, hará que comiences el día de una manera óptima y cargado/cargada de energía.
-
¡Evita los excitantes!: El consumo de estas sustancias, evidentemente, alteran el sueño, ya que están para activarte, no para relajarte. Esto, que seguramente te sonará a muy básico, es un aspecto que en ocasiones se pasa por alto: tomar café por la noche, bebidas refrescantes que también contienen cafeína… pueden provocar graves trastornos del sueño.
-
Haz ejercicio: El ejercicio físico regular llega a ser un buen aliado para el buen descanso, ya que regula el nivel de ansiedad, estrés, tensión… que vamos acumulando durante el día. Aún así, ¡cuidado! Un ejercicio intenso a última hora del día te activará e irá en perjuicio de lo que tratamos de conseguir. Si no puedes hacerlo por la mañana o por la tarde, procura que no tenga una intensidad alta y deja suficiente tiempo entre el ejercicio y la hora de ir a dormir.
-
Establece una rutina. Este punto es importante porque el marcar un horario más o menos estable para ir a la cama y levantarse ayuda a regular el sueño. No es negativo que incluso duermas algo de siesta. Tan solo procura que no excederte con ella, ya que eso perjudicará tu conciliación del sueño nocturno. 30 minutos puede resultar beneficioso y no te quitarán las ganas de acostarte al finalizar el día. El número de horas que duermes por la noche dependerá del tiempo que necesites. La media está en ocho horas y esto está en ti, ya que mejor que nadie sabes cuánto necesitas. El tiempo está en que este número de horas no perjudique en la ejecución de tus tareas diarias (tan negativo puede ser un exceso de horas como un número insuficiente de ellas). También ten en cuenta que no hay que ser muy rígido o rígida con esto. A veces no se tiene sueño llegada la hora y es conveniente esperar un poco para que lleguen esas ganas de acostarse y así evitar quedarnos dando vueltas y vueltas para dormir.
-
Psicofármacos: Hay muchas personas que los usan por prescripción médica y son indudablemente eficaces. Sin embargo, el objetivo es que poco a poco vayas disminuyendo la dosis para adquirir de nuevo el hábito de dormir por ti mismo/misma. Párate para ver qué te está dificultando tu descanso y si crees necesario, acude a un psicólogo especializado que te ayude a desarrollar estrategias y habilidades para resolver aquellos problemas que están interfiriendo en tu descanso.
(Extracto de la Conferencia ofrecida el 10/01/2015)
(Artículo publicado en la revista "El Despertador", nº 30, en Enero de 2015)
Ahora que hemos comenzado el año es muy común marcarse objetivos para cumplir a lo largo de él. Del mismo modo, es posible que te des cuenta al echar la vista hacia atrás de que hay cosas que esperabas realizar durante el año anterior, llevar a cabo o conseguir y que al final solamente se ha quedado en una intención. Es frustrante porque es posible que algunos de estos objetivos incluso los lleves arrastrando año tras año y te los hayas vuelto a marcar éste como un objetivo “forzoso”. Son días en los que es habitual escuchar frases del tipo “este año dejo de fumar”, “este año voy a empezar a hacer ejercicio”, “voy a estudiar” o “tengo que organizarme mejor (en el hogar, en el trabajo…), etc ¿Qué ocurre? ¿Son objetivos complicados de alcanzar? ¿Es cuestión de ser más realista? Si eres de las personas que, año tras año, se marca retos para lograr y al cabo de doce meses, se da cuenta de que todo se ha quedado en un propósito, es el momento de replantearte la actitud que quieres tener ante los mismos, los cambios, el cómo lo vas a enfocar y todo aquello que te dices cuando llega el momento de ponerte en acción.La idea de este artículo es ayudarte y proponerte unas pautas muy sencillas que te pueden ayudar y hacer que este nuevo año se convierta en un año de objetivos cumplidos y de cambios que te aportan mayor bienestar en tu vida a través de una serie de pasos.
1. ¿Qué quiero conseguir este año?
Es importante hacer una lista donde se reflejen los diferentes objetivos que te vas a marcar: estudiar inglés, ir al gimnasio, tener una alimentación sana, dedicarme tiempo y cuidarme… Ante todo, sé concreto/a en cada uno de ellos. Si lo que quieres es comer sano, por ejemplo, detalla en qué sentido quieres que sea más sano, si lo que quieres es tomar más fruta, verdura, aprender a cocinar recetas vegetarianas para incorporarlas en tu menú habitual, etc. Date cuenta que aquí se suele cometer el error de no concretar, de no detallar, por lo que es muy posible que el objetivo en poco tiempo desaparezca de tu mente y quede en el olvido. Del mismo modo, sé realista y honesto/a contigo mismo/a y abandona la imagen heroica de ti mismo/a que todo lo puede. Los objetivos que te marques, ante todo, que veas que puedes alcanzarlos.
2. Toma la firme decisión de hacerlo.
Aquí es fundamental que diferencies entre lo que es una intención y un compromiso. Tener la intención es querer hacer algo que todavía no has empezado, que no has llevado a cabo y que comenzarás en un futuro. Esto es una trampa en el sentido de que por postergación o por falta de concreción, ese futuro próximo puede ir alargándose día tras día, semana tras semana y mes tras mes. Caes en el famoso “mañana empiezo”.
Cuando adquieres un compromiso, das tu palabra, contraes una obligación desde tu propia voluntad a adquirirla y ahí estás dando el primer paso para realizar y conseguir tu objetivo. Adquieres solidez.
Para ello, comienza a adquirir un lenguaje centrado en el presente. En el momento en que te comprometes pasas de “voy a dejar de fumar” a “yo no fumo”, de “voy a hacer ejercicio” a “yo hago ejercicio”, de “quiero aprender a cocinar” a “aprendo recetas”. Es traer al presente el cambio que quieres. Comienza a hablar a tu familia, amigos, compañeros de trabajo o estudios de tus objetivos en presente y sentirás que algo ya está cambiando porque ya te has puesto en movimiento, de ahí la importancia de ser concreto en el anterior punto.
3. ¡Motívate!
Llega el momento de buscar el combustible que necesitas para generar el movimiento que necesitas. ¿Te imaginas tu vida con los nuevos cambios incorporados y con tus objetivos cumplidos? Sin duda, es una visualización que provoca satisfacción y bienestar, además de una buena dosis de optimismo y aumento de autoestima. Esta visualización, al igual que ocurre cuando no concretamos nuestros objetivos, corre el riesgo de perderse, con lo cual la propuesta es que la materialices de algún modo. Escribe una lista con los beneficios que tendrás una vez alcanzado lo que deseas y, es más, escríbelo en presente, ya que de esta manera también estarás trayendo al momento actual lo que quieres para ti. Del mismo modo, también puedes dibujar en una cartulina el cómo será tu vida con todos esos beneficios, de forma que así puedes realmente ver cómo estarás cuando todo eso forme parte de ella. Durante el proceso, es normal que aparezcan momentos en los que te sientas desganado/a y en los que la motivación descienda. Toma tu lista, o tu dibujo y empápate de ellos, de lo que se desprende en lo expresado en ellos.
4. Crea un plan de acción
Uno de los errores que se cometen cuando se traza un objetivo es querer abarcar demasiado y querer llegar a esa ansiada meta en poco tiempo. Para ello, lo que puedes hacer es marcar pequeños logros que te vayan conduciendo a ella. Es como un rastro de migas de pan que vas siguiendo y que te guían sin desviarte del camino que quieres seguir. Si lo que quieres es sacarte el carnet de conducir, planifica: informarte en varias autoescuelas para ver precios y condiciones, elegir una, comenzar a ir a clases y a estudiar el código de circulación, comenzar a hacer tests… de esta forma consigues sin duda tener la vivencia de que vas por el buen camino y al mismo tiempo, es motivador. Desde primera hora, desde el momento que das el primer paso, te sientes bien contigo mismo/a.
5. Reserva tiempo para tu plan de acción
Llegados a este punto, es el momento de hacerle hueco en tu día a día a lo nuevo, a lo que quieres incorporar en tu vida, organízate y deja espacio en tu rutina diaria. Comprométete a que los lunes, miércoles y viernes, de 19h a 20h haces deporte, o que los viernes por la mañana, de 11h a 12h, vas a tu taller de cocina, por ejemplo. Y para ello, echa mano de tus recursos. Una manera de mantener lo que se comienza es premiarte por el esfuerzo que estás haciendo. Regálate lo que te guste: ir al cine o dar un paseo por las tardes en el parque… cualquier cosa que te motive puede servirte para recordarte que el esfuerzo está valiendo la pena, o echa mano de tu red social y busca otras personas que quieran lo mismo que tú, con lo cual es una forma idónea de mantener lo que pronto será un hábito.
6. Verifica, verifica y verifica
¿Vas por el buen camino? Párate cada cierto tiempo y comprueba tu planificación y mira si todo va como deseas. Aquí pueden pasar varias cosas. Puedes darte cuenta que todo va según lo previsto, así que puedes continuar tal y como lo estás haciendo, y también puedes darte cuenta que las cosas no son como esperabas. Es momento de pararse a ver qué ha pasado: tal vez han surgido imprevistos con los que no contabas y eso está haciendo que la consecución del objetivo sea más lento o puede que hayas querido abarcar más de la cuenta. Todo es cuestión de aprender de eso. Culpabilizarte solo sirve para sentirte defraudado/a y provocará que abandones. Como opción, aprende de lo que está pasando. Puede que la cuestión sea marcarte metas más pequeñas o quizás no has tenido en cuenta ciertos aspectos. Incorpóralos a tu plan y modifica lo que creas conveniente. Sortea los obstáculos. También forman parte del proceso.
7. ¡Disfruta del camino!
Recuerda que el bienestar y el disfrute comienzan desde el momento en que te propones algo. Como dijo Martin Luther King, “Da tu primer paso ahora. No importa que no veas el camino completo. Sólo da tu primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que camines”
Autor: José Manuel Guerrero Peral
Psicólogo Colegiado AN-03297
628 623 117
www.psicos-salud.es
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
(Si te ha gustado, compártelo y si lo añades a tu blog, o web, recuerda mencionar al autor. Gracias)
|
|